domingo, 7 de agosto de 2011

INTRODUCCION. ¿EXISTE UNA SOCIEDAD DEL CONOCIMIENTO?

SOCIEDAD DEL CONOCIMIENTO: LOS CAMBIOS EN EL MUNDO DEL TRABAJO Y LAS NUEVAS COMPETENCIAS DE LOS TRABAJADORES

INTRODUCCION. ¿EXISTE UNA SOCIEDAD DEL CONOCIMIENTO?

Cambios. Innovaciones. Crisis

En el último cuarto del siglo XX el mundo laboral enfrento cambios fundamentales. La creciente incorporación de la producción empresarial a la dinámica global de intercambios económicos y tecnológicos, introdujo transformaciones en los campos que se mencionan enseguida:
Tecnológico. Surgimiento de nuevas tecnologías de la información y comunicación, con la difusión y uso masivo de las nuevas tecnologías en los sistemas de producción.
Institucional. Surgimiento de nuevas organizaciones de regulación, acuerdos regionales multilaterales y transformaciones de las leyes del trabajo y protección social.
Organizacional. Nuevos conceptos de administración.
Individual. Surge el concepto de individuo-trabajador.
Social. Consecuencia de migración de la mano de obra del campo hacia las ciudades.

Entonces, ¿de que se trata la sociedad del conocimiento?

En todas partes se producen en nuestras sociedades inmensos cambios de tipo científicos, tecnológicos, epistemológicos, étnicos o éticos que afectan nuestras capacidades de conocer, de descubrir las nuevas realidades.
La noción de la sociedad del conocimiento me parece una manera entre otra de formular una hipótesis coherente para explicar fenómenos casi innombrables que son esos cambios fundamentales. No se debe tratar de atribuir una existencia material reconocible y especifica a esa sociedad, podemos tratar de señalar, de identificar, con nuestras herramientas disciplinarias, los factores sintomáticos.

Los cambios en el mundo del trabajo

Por sociedades asalariadas se entiende a las sociedades industrializadas que conocieron en la posteridad de la segunda guerra mundial, un modo dominante y particular de empleo que prevaleció hasta el fin de los años sesenta en los países europeos: un empleo asalariado sobre una base regular, de tiempo completo, enmarcado por un contrato laboral, inscrito en si mismo en un marco legislativo y reglamentario; un empleo con duración indeterminada, con frecuencia para toda la vida; un empleo vinculado a un puesto de trabajo en un lugar organizado. Un empleo que ofrece también posibilidades de carrera, ya sea por antigüedad o por la adquisición de calificaciones, lo que permite al empleado tener movilidad ascendente y mejorar su suerte. Es la época de oro del empleo asalariado (1945-1975) al que hemos denominado la “treintena gloriosa”. Este empleo estuvo ocupado masivamente por los hombres, razón por la que el salario se consideraba para que viviera toda su familia. El trabajo completo de la sociedad asalariada es esencialmente el trabajo pleno de los jefes masculinos de la economía familiar, mientras que el salario femenino se considera un salario adicional. Hasta al inicio de los años sesenta cuando las mujeres comenzaran a invadir masivamente el mercado laboral.

La sociedad del empleo atípico y del trabajador “reflexivo”

El empleo asalariado típico, permanece y de tiempo completo, da lugar a los nuevos empleos, a las formas atípicas de empleo: un empleo de medio tiempo, temporal, por estación o contractual, independiente o un conjunto de una o mas de estas formas. Un número creciente de personal, sobre todo los de mayor edad, se ven excluidos del mercado laboral, mientras que en el otro extremo del espectro de las edades, lo jóvenes tienen dificultades para ingresar.
El derecho al trabajo y las seguridades sociales, concebidas sobre el modelo del empleo asalariado de tiempo completo, se vuelven inadecuados para responder a los problemas que resultan del desempleo estructural y las formas atípicas del empleo.
El modelo ternario de las edades, en el cual la juventud es igual a formación, edad madura a empleo regular y vejez a jubilación inactiva, no existe más. La edad madura es cada vez menos la del empleo regular de tiempo completo y cada vez mas la de la combinación de muchas formas de trabajo, a través de las cuales cada uno trata de encontrar un ingreso, un mínimo de protección y de ocupación que tenga sentido.
Surge un trabajador “nuevo”: el de la sociedad “reflexiva”. Este trabajador se reencuentra en el centro del análisis puesto que es el productor del sentido de su trabajo, de sus estrategias de acción, dentro de un ambiente institucional y organizacional que evidentemente estructura su campo de posibilidades pero también le permite expandir sus iniciativas y su libertad.
Esta tipología nos permitirá introducir la cuestión de los cambios en el mundo del trabajo y de las nuevas competencias de los trabajadores con relación al desarrollo de una sociedad del conocimiento, la cual llama cada vez más a los trabajadores calificados y competentes, “reflexivos” dentro del marco de las organizaciones de producción donde prevalecen los mundos interpersonales e inmateriales.

Un nuevo papel para el Estado

El papel del agente de acción colectiva, es decir del Estado, es determinante en tanto que puede permitir o no a una sociedad determinada llevar a cabo sus transiciones en condiciones relativamente aceptables y equitativas para la mayoría de los ciudadanos, o al contrario para dejarla llenarse de desigualdades brutales y de los procesos de exclusión para gran numero de ciudadanos. Aquí se hace referencia a un doble papel del Estado dentro un contexto de cambios: un papel de compensación y de protección, y por otro lado de promoción y de anticipación.
Este Estado para mantener la competitividad de la sociedad que lo instauro, va a implicarse en la creación de las sinergias nacionales o regionales entre quienes ostentan los capitales, gobiernos locales o regionales, representantes del mundo laboral organizado, de la sociedad civil y de los productores de conocimiento. El papel de Estado dispone en tanto sea posible de sus programas de seguridad social y de educación, para contribuir a establecer esta nueva racionalidad de competitividad de la economía nacional en el marco de una economía globalizada.
Por otro lado, el lo relativo a la reorientación de su papel, el sostenimiento de la producción de conocimientos se vuelve esencial para el desempeño de este Estado socio.

El empleo en una encrucijada: ¿hacia la precariedad, la economía social o la sociedad del conocimiento?

El surgimiento de tal sociedad de la precariedad no representa más que una cara de las consecuencias de la decadencia de la industria, otras consecuencias son el incremento de los servicios y el cambio de la estructura de las ocupaciones. El fenómeno se produce tanto n los países del norte como del sur, las intensidades son diferentes y las consecuencias casi opuestas.
En el norte se aplica un conjunto de intervenciones públicas debido a la competencia mundial que ocasiona el cierre de sectores completos de actividad. Estas intervenciones pretenden incrementar la calificación de mano de obra joven con miras a entrar, lo antes posible, en un mercado laboral caracterizado por una economía del conocimiento, estimular una recalificación constante de la mano de obra activa en los sectores de actividad amenazados.
En los países del sur, las iniciativas de formación y de inserción al empleo de las políticas públicas son mucho más escasas. El desmoronamiento de las actividades rurales libero una porción creciente de trabajadores que no consiguen insertarse en las actividades que normalmente ofrecen un contrato y un salario. Entre 1950 y 1990 en toda América Latina el llamado sector informal creció a un ritmo de más del doble 120% que el llamado sector formal 50%. Para Pries, el sector informal implica un conjunto de actividades económicas absolutamente diferentes, que solo como oposición a la economía formal, es decir asalariada, pueden reagruparse y obtener cierta cohesión. Esta distinción cimienta en realidad la representación de una jerarquía objetiva entre los dos sectores, en la cual en el sector formal se encuentran relaciones contractuales estables, salarios “altos”, seguridad social y estabilidad en el empleo, en cambio, en el sector informal encontraremos todas las condiciones opuestas.

La sociedad del conocimiento y la referencia obligada a la sociedad industrializada

Para Castells: la tecnología de la información es para esta revolución lo que las nuevas fuentes de energía fueron para las revoluciones industriales sucesivas, de la maquina de vapor a la electricidad, los carburantes fósiles e incluso la energía nuclear. Lo que distingue a la actual revolución tecnológica de las precedentes es su aplicación a los procesos de creación de conocimientos y de tratamiento-difusión de la información en un lazo de retroacción acumulada entre la innovación y su uso práctico.
Stehr: los cimientos materiales de la sociedad moderna conoce una transformación fundamental. Las sociedades del conocimiento son altamente autorreflexivas u autotransformadoras, al mismo tiempo que frágiles, por lo cual difieren de las sociedades industriales.
Betcherman: los elementos de activos inmateriales son la clave de la nueva economía. La producción de conocimiento, innovación y las posibilidades de formar redes, la aptitud para concebir nuevos productos, la investigación y el desarrollo, son los elementos que condicionan cada vez más el éxito económico.

Las transformaciones globales e interdependientes: hacia una nueva diferenciación social

La insistencia acerca de la diversidad de estas transformaciones y sobre todo acerca de su profunda interdependencia hace más compleja una representación con frecuencia dominante de la sociedad del conocimiento y que ha estado marcada por la influencia de los trabajos de la economía clásica. Uno de los paradigmas del análisis sociológico es el de la diferenciación social. Reich propone una tipología de los empleos de la economía del conocimiento que distingue los empleos inscritos en una competencia mundial y los empleos que están protegidos; tipología que Francois Dubet resumió en 4 grupos de trabajadores: competitivos, precarios, protegidos y grupo de los excluidos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario